FaCEtas Educativas
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DE FONDO
donde la deliberación debe ser constante en la re-
lación pedagógica cotidiana entre los educadores y
educadoras, con el fin de buscar soluciones perma-
nentes a los conflictos del aula.
De acuerdo a la Circular del MINERD relativa
a Distribución del Tiempo en las Escuelas de Jor-
nada Extendida la distribución y organización del
tiempo ha de ser una permanente construcción,
dándosele autonomía a los centros de organizar
esta variable, de tal manera que asegure el trabajo
de investigación de los alumnos y alumnas y los
procesos continuos de reflexión de los maestros y
maestras.
Cada centro educativo desarrolla diversidad de
Cursos y Talleres Curriculares Optativos, tuto-
rías de apoyo al estudiantado, clubes, activida-
des culturales, entre otros, tomando en consi-
deración que todos los momentos y propuestas
formativas contribuyen a fortalecer los apren-
dizajes de las y los estudiantes, en el contexto
del proceso de desarrollo curricular (MINERD,
2014).
Precisamente en este asunto es donde obser-
vamos las mayores limitaciones del proyecto de la
Jornada Extendida. El Ministerio es muy explícito
en cuanto a la distribución del tiempo de los y las
estudiantes, pero solo se limitan a expresar lo que
el docente o la docente debe hacer, sin ofrecer
la explicación detallada del tiempo necesario del
maestro y maestra para realizar tan ardua tarea,
sobre todo en el segundo momento.
Doménech y Viñas (2007) afirman que “El co-
lectivo de enseñantes se queja insistentemente de
la falta de tiempo”, y que este factor es el culpable
de la mayoría de los problemas que afectan a su
profesión. Consideran que el tiempo es una varia-
ble que socialmente puede ser causa de conflictos,
ya que entre los diferentes tiempos que coexisten
en la escuela es complicado encontrar la armonía
necesaria.
“Posiblemente debería reducirse el tiempo en
la enseñanza primaria y secundaria obligatoria para
que el profesorado haga las tareas de planificación
que el desarrollo del currículum exige” (Doménech
y Viñas, 2007, p. 16).
Para Silvero (2007, p. 2) a partir de los años
‘60 se habla de un nuevo síndrome que lo pade-
cen profesionales que se encuentran en contacto
con personas, que lo es el burnout o síndrome de
“quemarse” por el trabajo. Acorde a la autora,
dicho síndrome desata “baja satisfacción y moti-
vación hacia el trabajo, problemas de salud, ab-
sentismo laboral, propensión al abandono de la
actividad profesional” y, como consecuencia, un
deterioro marcado en la calidad de la labor del do-
cente, enfatizando que todo esto es efecto de la
prolongación de situaciones que le generan estrés
laboral a los maestro, y afirmando que las investi-
gaciones que se habían realizado en la década de
los 90, a partir del 2001 hasta el 2003 arrojaban
que un 30% del profesorado tenía el síndrome de
burnout.
Según Silvero (Ibíd, p.2), considerando inves-
tigaciones psicológicas recientes, el estrés es una
consecuencia de las variables: privaciones de au-
tonomía, competencia y conexión afectiva, las que
pueden muy bien explicar la situación de deterioro
emocional de muchos docentes. La “sobrecarga de
trabajo o la escasez de recursos”, así como la falta
de conexión afectiva en los espacios donde labora
y la percepción relacionada con la falta de facul-
tades para realizar el trabajo docente de manera
efectiva, generan situaciones de estrés laboral que
aumenta la baja autoestima profesoral.
De acuerdo a Morel (2015) el síndrome de bur-
nout se suma a una serie de enfermedades que
padecen las maestras y maestros dominicanos, ta-
les como: cardiovasculares, del aparato locomotor
y las relacionadas con la salud mental. Haciendo
referencia a la investigación realizada por Emilia
Dore Despradel en el año 2014, sustentada en
una muestra de 377 profesores y profesoras en el
Gran Santo Domingo, se determinó que el 42%
de los maestros y maestras padece el síndrome del